domingo, 27 de abril de 2008

Sociedad - Artículo de Lester Brown (Biodiesel)

Supermercados y estaciones de servicio compitiendo por los alimentos.

Son los coches, y no la gente, los que han provocado este año el aumento de consumo de grano. El departamento americano de agricultura ha realizado unas previsiones en las que aumenta el consumo de grano en 20 millones de Tm. para el 2006, de los cuales 16 millones de Tm. se destinarán para combustible y sólo 4 millones de Tm. para el incremento del consumo alimentario.

Esto quiere decir en términos agrícolas que es insaciable el apetito mundial del automóvil. El grano que se necesita para llenar el depósito de 100 litros de un 4x4 es el mismo que se necesita para alimentar una persona durante 1 año. Es decir, suponiendo que se consume un depósito cada dos semanas, alimentar a un coche con etanol durante un año equivale a lo que comerían en ese mismo periodo de tiempo 26 personas.

Los inversores se están subiendo tan rápidamente al provechoso tren de los biocarburantes que es extraña la semana donde no se anuncia una nueva planta de bioetanol o biodiésel. La cantidad de maíz destinada en EEUU para las plantas de bioetanol ha escalado desde los 18 millones de Tm en el 2001 a los 56 millones de Tm en el 2006.

En algunos estados del Corn Belt (Iowa, Illinois e Indiana) las plantas de bioetanol están absorbiendo toda la producción de los agricultores. Sólo en Iowa están funcionando (o está previsto que funcionen en breve) la asombrosa cantidad de 55 plantas de bioetanol. Bob Wisner, economista de la universidad de Iowa, observa que si se llegan a construir todas esas plantas ellas solas absorberán toda la producción de maíz del estado. En Dakota del Sur, uno de los diez principales estados productores de maíz, las plantas de bioetanol están ya absorbiendo la mitad del cultivo de ese cereal.

Con todas eses plantas construidas o en proyecto, los productores de ganadería y aves temen que no haya suficiente maíz para producir leche, huevos y carne. Y como EEUU produce el 70% de las exportaciones mundiales de maíz, los países importadores también están preocupados por su suministro.

Está desapareciendo la línea que separaba la energía de la alimentación, pues todo lo que comemos puede transformarse en combustible para los automóviles, incluido el trigo, el maíz, el arroz, la soja y la caña de azúcar. Históricamente la industria alimentaria y la ganadera fueron los únicos compradores encargados de transformar esos bienes agrarios en productos para las estanterías de los supermercados. Ahora acaba de aparecer otro grupo, los que compran para las plantas de bioetanol y biodiésel con el fin de abastecer a las gasolineras.

Según vaya aumentando el precio del petróleo se hará cada vez más provechoso convertir las producciones agrarias en combustible, sea bioetanol o biodiésel. De hecho el precio del petróleo va a terminar siendo el precio de referencia para las commodities agrarias. Es decir, cualquier alimento cuyo precio caiga por debajo del equivalente en petróleo tras su transformación, el mercado lo convertirá automáticamente en combustible.

La producción agraria con destino a biocombustibles está concentrada actualmente en Brasil, EEUU y Europa Occidental. EEUU y Brasil produjeron cada uno 16.000 millones de litros de etanol durante el 2005. Mientras que Brasil emplea la caña de azúcar para producirlo, EEUU lo hace con grano, principalmente maíz. Los 55 millones de Tm de maíz que ese año se destinaron al etanol supusieron 1/6 de la cosecha nacional pero sólo el 3% del consumo de combustible destinado a la automoción.

La inversión de EEUU en la producción de biocombustibles como respuesta al aumento del precio del petróleo está entrando en una espiral fuera de control, amenazando con alejar el consumo de cereales de la producción de ternera, cerdo, aves, leche y huevos. Y, lo que es aún más preocupante, de la alimentación humana si llegan a entrar en funcionamiento todos los proyectos previstos a nivel mundial. Dicho de forma simple, nos enfrentamos ante una colisión frontal entre los 800 millones de confortables propietarios de automóviles y los 6.500 millones de humanos consumidores de alimento. Dado el insaciable apetito de los coches por el combustible, parece inevitable una fuerte escalada en el precio de las materias primas agrarias. La única pregunta que queda sin resolver es cuándo comenzarán a subir los precios y hasta dónde lo harán. De hecho, estos meses el precio del maíz ha subido un 20%.

Para los 2.000 millones de pobres del mundo, muchos de los cuales gastan más de la mitad de su sustento en alimentarse, el aumento de los precios será un duro golpe a su ya difícil supervivencia. El mayor riesgo es que el aumento de los precios podría propagar aún más las hambrunas y generar inestabilidades políticas en los países de bajos ingresos que importan gran parte de su alimentación, como Indonesia, Nigeria, Egipto y México. La inestabilidad daría al traste con el progreso económico. Si las plantas de biocombustible continúan con su crecimiento explosivo en EEUU, los precios del grano alcanzarán precios peligrosamente elevados que provocarán la intervención del gobierno para evitar un conflicto nacional entre los conductores y las personas de bajos ingresos.

Si se desea sustituir el petróleo por otras fuentes energéticas renovables, la mejor de todas es sin lugar a dudas reducir el consumo, porque no hay nada más renovable que lo que no se gasta.

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