domingo, 31 de agosto de 2014

El Camino de Santiago


Viajar es una estado de ánimo, una sensación vital de evasión y descubrimiento que sentimos a menudo, cuando leemos un libro, vemos una película, escuchamos música, contemplamos un paisaje, miramos un mapa o compartimos recuerdos, sueños o pasiones con los buenos amigos. Viajar es un escape esencial en la rutina cotidiana y una forma de aliviar la presión emocional cuando sentimos que estamos atascados o creemos que vamos por el camino equivocado, en el trabajo, la familia o el propio estilo de vida. Viajar es rebeldía y diversión, conocimiento y cultura, un instante de entusiasmo que nos hace salir disparados hacia una experiencia que puede proporcionarnos placeres, satisfacciones y en algunos casos aventuras. Y viajar con poco equipaje, billete de ida y la mente puesta en llegar a Santiago de Compostela es toda una experiencia.

El Camino de Santiago no es un único camino, sino que son cientos de caminos, tantos como peregrinos lo recorren, porque el camino es una metáfora de la vida, donde se toman continuamente decisiones que de alguna forma marcan tu destino.  Inicialmente  puede darte miedo, sobre todo cuando estamos acostumbrados a que otros te indiquen los hitos del trazado y te ponen las reglas, pero cuando decides y vences ese miedo inicial, se obtiene una embriagadora sensación de libertad. 

El Camino de Santiago es madrugar todos los días y andar hasta la extenuación, es conocer y compartir con buena gente momentos inolvidables, es vivir con poco y ser plenamente feliz, pero sobre todo es viajar hacia el corazón de uno mismo y ese es el mejor viaje que se puede hacer.


DIARIO DE MI VIAJE

Nosotros empezamos a andar en Fondebadón el 2 de agosto de 2014 a las 6 de la mañana. Era noche cerrada y lloviznaba un poco a pesar de ser verano. A esa hora, los albergues estaban abriendo y ya se veía algún solitario peregrino que se perdía en la oscuridad del camino. Lo que más me impresionó en esos primeros minutos fue pensar que Santiago de Compóstela estaba a 233 km de distancia. 



El final de esta primera etapa fue en Ponferrada, donde decidí comprarme una nueva mochila y así evitar futuros dolores de espalda. Mi antigua mochila la deje con una nota y una dirección en el albergue para que fuera utilizada por algún peregrino. (agradecí mucho que semanas más tarde ese peregrino la utilizase y me la enviase a mi casa).

El 3 de agosto salimos de Ponferrada con destino Villafranca del Bierzo, las primeras horas nos acompaño un perro callejero, al que decidimos llamar Santiago. 



Cuando llegamos al albergue público de Villafranca tuvimos que esperar un poco, cuando nos dieron la cama, nos duchamos y lavamos la ropa. Luego a comer en algún restaurante próximo. Por la tarde nos fuimos a bañar al río y terminamos hablando con el chico que llevaba el chiringuito del lugar, de la difícil situación del país y de su proyecto de emigrar a Suiza en octubre.


El 4 como siempre nos levantamos pronto y fue la etapa más dura con diferencia, porque llegamos hasta Triacastela, superando los 8 interminables kilómetros de subida al pueblo de montaña de Cebreiro y otros tantos hasta el final, en total 51 km que hicieron polvo mis pies, aunque no se me olvidará el extraordinario atardecer que vimos mientras andamos por el camino en solitario. 


En Triacastela todos los albergues llenos, pero no tuvimos problema en dormir en el Polideportivo del pueblo con otros 150 peregrinos.

El 5 día teníamos como destino Sarria, no es una etapa dura pero los pies estaban dolidos del sobreesfuerzo del día anterior y con las primeras ampollas el andar se complica. El albergue público es pequeño con apenas 40 plazas y allí, mientras esperábamos  que nos diesen cama, conocimos a la buena gente que luego nos acompañaría el resto del camino. 

En Sarria comimos en La Taza Mágica, donde su dueño nos invito a un montón de diferentes tipos de orujo casero.

El 6 pusimos rumbo a Portomarin, pueblo situado a la vera del río Miño, donde pudimos refrescarnos, sincerarnos y descansar.



El séptimo día llegamos a Palas del Pei y tuve que visitar con algunos otros peregrinos los servicios médicos, porque el dedo gordo de pie izquierdo daba miedo verlo. Y aunque cuidaba mis pies como un tesoro todos los días, era inevitable que en algún despiste diera una patada a algún escalón y viera las estrellas. Luego la tardes eran muy amenas entre cervezas nos contábamos las aventuras de la vida.  

El 8 llegamos casi hasta Arzúa, nos quedamos en el albergue de Rivadiso, un albergue muy tranquilo que esta a pie de camino junto al pasar un bonito puente y un pequeño río. Ese día por la tarde no nos lo pensamos dos veces y en taxi fuimos a comer a la feria del pulpo de Arzúa. 


Luego un poco de bailoteo bajo la lluvia, cenar algo en Rivadiso, pequeño paseo nocturno y a dormir.

El 9 finalizamos etapa en Pedrouzo donde nuestras compañeras boyscouts nos hicieron una cena "de despedida" espectacular. 


El 10 llegamos con pena a Santiago de Compostela. Llueve con fuerza y me impresiona entrar en esta gran ciudad, con sus tiendas, sus coches, en definitiva...su complejidad. Pero todavía en estos últimos metros el camino me enseña algo que no olvidaré y es que los problemas que tu piensas que son grandes, en realidad no lo son. Solo mira a tu alrededor y ayuda con amor a aquellos que realmente lo necesitan.