lunes, 18 de enero de 2010

Sociedad - El corazón del hombre

Erich Fromm afirma en su obra "El Corazón del Hombre", que el hombre actual se caracteriza por su pasividad y se identifica con los valores del mercado porque el hombre se ha transformado a sí mismo en un bien de consumo y siente su vida como un capital que debe ser invertido provechosamente. El hombre se ha convertido en un consumidor eterno y el mundo para él no es más que un objeto para calmar su infinito deseo.

La sociedad de consumo para funcionar bien necesita una clase de hombres que cooperen dócilmente en grupos numerosos que quieren consumir más y más, cuyos gustos estén estandarizados y que puedan ser fácilmente influidos y anticipados. Este tipo de sociedad necesita hombres que se sientan libres o independientes, que no estén sometidos a ninguna autoridad o principio o conciencia moral y que no obstante estén dispuestos a ser mandados, a hacer lo previsto, a encajar sin roces en la máquina social. Los hombres actuales son guiados sin fuerza, conducidos sin líderes, impulsados sin ninguna meta, salvo la de continuar en movimiento, de avanzar.

El hombre necesita la seguridad, la justicia y la libertad porque sin ellas pueden aparecen en él tendencias necrófilas. El autor nos habla de “El síndrome de la decadencia” donde la necrofilia (atracción por lo muerto), narcisismo (atracción por el yo) y fijación incestuosa (atracción por la protección de la madre) pueden arrastrarnos por el camino equivocado, como se dio en el caso de Hitler.

El autor aprovecha para criticar algunas religiones donde el hombre se identifico con Dios de un modo narcisista, y así en plena contradicción con la función originaria del concepto de Dios, la religión se convirtió en una manifestación del narcisismo de grupo. Estas religiones contrastan con otras como el budismo que se enfocan a un despertar, a vender al narcisismo y al deseo al cual consideran el origen del sufrimiento.

La parte final del libro es desde mi punto de vista la más interesante, nos habla del humanismo y como cada individuo lleva en si a toda la humanidad. Nada humano es ajeno a uno, que yo soy tu, que un ser humano puede comprender a otro porque los dos participan en los mismos elementos de la existencia humana.

También nos habla de la libertad donde Spinoza advirtió que tenemos la ilusión de la libertad porque tenemos conciencia de nuestros deseos, pero no la tenemos de sus motivos. La libertad no es nada que se nos haya dado, es algo que dentro de ciertos limites, podemos adquirir con conocimiento y esfuerzo. Es el conocimiento de las causas que motivan nuestras acciones lo que puede liberarnos. Cada paso que aumente mi confianza y valor aumenta la capacidad de elegir la alternativa deseable. Cada acto de rendición y cobardía me debilita, prepara el camino para nuevas rendiciones y finalmente se pierde la libertad.

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