Para el autor la contaminación es como el fraude, es decir a algo que se impone a otros contra su voluntad en busca de un posible beneficio económico. El control de esa contaminación es esencialmente una actividad del Estado en su labor de regulador y protector de los interés públicos. Algunas de las innumerables ayudas han hecho mucho daño y han ido en la dirección incorrecta, por ejemplo en el hogar subencionando la electricidad frente a mejorar el aislamiento de la vivienda.
Estamos en una sociedad del usar y tirar, frente al deposito y reembolso. La infravaloración de los recursos y no pagar un precio justo por las cosas, regalando bienes como el agua o la energía nos ha llevado a una sobreexplotación brutal. No hay una valoración adecuada del coste medioambiental en los procesos de producción.
La solución pasa porque países, empresas y consumidores tomen conciencia y actúen por ellos mismos, siendo fieles a sus principios, olvidándose del egoísmo y teniendo presente que una protección del medio ambiente puede suponer una disminución de la comodidad. Sin duda es mejor prevenir que asumir los inmensos costes que puede suponer solucionarlo a posteriori.
Una de las claves para actuar es disponer de una información fiable, de las empresas, los procesos de producción y los productos. Que al consumidor le llegue algo más que la publicidad engañosa que confunde su buen criterio y su libertad de selección.
“La tierra no puede ser el feudo de ninguna generación,
nuestro contrato de arrendamiento nos obliga a mantenerla en perfecto estado”
nuestro contrato de arrendamiento nos obliga a mantenerla en perfecto estado”
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