lunes, 3 de agosto de 2009
Sociedad - Saqueo de las minas de Coltán del Congo
No es muy conocido, pero es ya imprescindible. Con el coltán, las baterías de los teléfonos móviles mantienen más tiempo su carga. Es necesario para el mejor funcionamiento de aparatos electrónicos, misiles balísticos o videojuegos. Este mineral, también conocido como colombio-tántalo, facilita nuestra vida. No tanto la de los congoleños.
Desde hace años el coltán empezó a escasear en Australia, Brasil y Tailandia. El gran aumento de la demanda, debido en gran parte al auge de la informática estimuló el comercio ilegal de este mineral en África Central. Para muchos países de esta zona, la devaluación de los productos mineros tradicionales y la desertización de los campos de cultivo provocaron una revalorización de este sector alternativo.
En la República Democrática del Congo (RDC) se encuentra el 80% de este preciado mineral. En los 10 últimos años, grandes multinacionales, como Nokia, Ericsonn, Siemens, Sony, Bayer, Intel, Hitachi o IBM, se disputan ‘el tesoro’ a través de aliados autóctonos como HC Starck,Cabot, Ningxia, Kazatomprom y Showa-Denko.
En 1997, fue derrocado el presidente congoleño Mobutu Sese Seko, de estrecha relación con los capitales imperialistas de origen francés. Kagame, presidente de Ruanda, y Museveni, de Uganda, lideraron la conquista de la capital Kinshasa y colocaron al mando a Laurent Kabila. Hoy Ruanda, Angola y Burundi, apoyados por los Estados Unidos y solventados por créditos del FMI y el Banco Mundial, se enfrentan a la RDC en una devastadora guerra: cuatro millones de víctimas civiles, más de dos millones de desplazados y medio millón de refugiados.
Mientras los gobiernos de estos países se disputan el territorio y empobrecen aún más si cabe a sus pueblos, las empresas multinacionales en estrecha colaboración con disfrutan del control económico de la región. En los aeropuertos internacionales de Kigali y Entebe es clara la colaboración, ni impuestos ni aranceles. Los vuelos de ida al Congo viajan cargados de armas y los de vuelta, de minerales.
Las grandes empresas financian a las fuerzas militares mientras en las minas trabajan diariamente más de 20.000 personas en condiciones durisimas. Los obreros más codiciados, por ser la mano de obra más barata y fácil de silenciar, son los miles de niños que abandonan la escuela para adentrarse con facilidad en las minas.
Hay soluciones pero hay demasiados intereses económicos en su contra como para llevarlas a la practica.
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