En toda su obra Erich Fromm hace un cuidadoso análisis de los aspectos sociológicos de la sociedad moderna, aplicando el psicoanálisis a los fenómenos históricos. En su libro más conocido “El miedo a la libertad” nos describe al hombre como una entidad separada y autónoma, que se ha visto sometido a un fuerte proceso de individualización que le ha colocado en un profundo aislamiento y soledad moral al verse aplastado por su insignificancia.
Según Fromm el camino a seguir para vencer esa soledad es la expansión de la personalidad, realizando todas las potencialidades emocionales interiores. El amor y el trabajo creador, así como la relación espontánea hacia otros hombres y la naturaleza es la clave para afrontar una libertad nunca antes conocida.
Si lo miramos desde un punto de vista sociológico el niño cuando nace y deja de formar parte de su madre, sigue unida a ella desde el punto de vista funcional. Si bien esto implica falta de individualidad, también otorga al individuo seguridad y orientación. Esta sumisión con el tiempo origina cierta rebeldía si bien siempre ayuda a combatir la soledad.
En la Edad Media el orden social era concebido como un orden natural, esto proporcionaba al hombre un sentimiento de seguridad. Ahora después de que el capitalismo liberase al individuo los hombres pelean por conseguir contribuir al crecimiento del sistema económico, pero no como medio para conseguir algo, sino como fin en si mismo. Esto esta originando una angustia constante del ser con respecto a su propio yo, una aversión hacia si mismo.
Esta pesada carga del yo hace que algunas personas la entregue y adopten por completo el tipo de personalidad que le proporcionan las pautas culturales, tal como los demás esperan que él sea y trasformandose en un ser exactamente igual a todo el mundo. La discrepancias entre el yo y el mundo desaparecen y con ellas el miedo consciente de la soledad y la impotencia.
Fromm se adentra en los conceptos sadismo y masoquismo, para describir como millones de personas se convirtieron en fieles seguidores de Hitler y aceptaron el sacrificio del individuo por el todo. Donde entre el que manda y el que obedece se crea una dependencia muy fuerte, en un entorno de conformismo y falta de espontaneidad.
El libro también nos habla de la publicidad que ha pasado de ser racional a emocional, incluso en el ratón Mickey podemos ver una representación de lo pequeño (el individuo, el ratón) con lo grande (el mundo, el gato). Somos clientes abstractos que solo interesamos al vendedor como una parte minúscula del grupo de clientes al que pertenecemos. Solo tenemos que ver la televisión para comprobar como el mismo anunciador, con la misma voz sugestiva, insinuante y autoritaria nos da una noticia de muertos y luego pasa a anunciar un jabón. Todo esto nos confunde y hace que el hombre moderno viva bajo la ilusión de saber lo que quiere, cuando, en realidad, desea únicamente lo que se supone socialmente que ha de desear y no es libre para elegir.
La amenaza más seria para nuestra democracia es la existencia en nuestras propias actitudes personales y en nuestras propias instituciones de aquellos mismos factores que en han estructurado la uniformidad y dado la confianza en un gran “líder”.