Cuenta la historia que un hombre transportaba agua en dos grandes vasijas colgadas a los extremos de un palo que llevaba sobre los hombros. Una de las vasijas era perfecta y conservaba toda el agua al final del largo camino que tenía que recorrer el hombre a pie, desde el arroyo hasta la casa de su patrón; pero la otra tenía varias grietas, y cuando llegaba solo tenía la mitad del agua.
La vasija perfecta estaba muy orgullosa de sus logros, pero la pobre vasija agrietada estaba muy avergonzada de su propia imperfección y se sentía miserable porque solo podía hacer la mitad de su trabajo.
Transcurridos dos años, la vasija agrietada dijo al aguador: "Estoy avergonzada y e quiero disculpar contigo porque debido a mis grietas solo puedes entregar la mitad de mi carga y únicamente obtienes la mitad del valor que deberías de recibir".
El aguador, apesadumbrado, le respondió compasivo: "Cuando regresemos a casa quiero que te fijes en las bellísimas flores que crecen a lo largo del camino" ¿Te has dado cuenta que solo crecen en tu lado del camino? Si no fueras como eres no habría sido posible crear tanta belleza.